No me cansaré de repetirlo: lo único que necesita un niño pequeño (alrededor de los dos años comienza el apasionante tema del juego) es jugar, jugar y jugar. Al aire libre el mayor tiempo posible.
¿Que hasta cuándo son pequeños? Si se les deja jugar todo lo que quieran y tienen la suficiente compañía para hacerlo, por mi experiencia os diré que más allá de los diez años.
A partir de los once o doce la necesidad de juego cambia, pero sigue estando.
Que juegue todo lo que necesite no significa ni que no haga nada más ni que no aprenda nada.
Jugando aprendemos: jugando solos aprendemos a estar solos, a desarrollar la imaginación, a aburrirnos y a buscar alternativas al aburrimiento. Jugando acompañados aprendemos normas, aprendemos a relacionarnos, aprendemos respeto y educación, roles sociales y muchas cosas más.
Juego simbólico (el típico juego de piratas, hadas, ninjas, etc), juegos manipulativos, legos, puzles, juegos de mesa, la comba, la rayuela, jugar a buscar piedras, lanzarlas a un río, hacer castillos de arena, jugar con la arena, construir, destruir, el escondite, jugar a peleas con los hermanos o amigos, pintar, cocinar, ver las nubes, la lluvia, coger flores, tocar la tierra, hacer cosquillas, mimos, abrir un libro para ver dibujos, mancharse, dibujar con tizas en el suelo, ir a los parques, escalar un árbol o una roca, jugar al pilla pilla, a cualquier deporte…el juego es casi infinito.
Entre juego y juego, lectura en voz alta según la edad y comprensión de los niños. Cuentos y más cuentos, visitas a la biblioteca, salidas a pasear, hacer la compra…
Se aprende todo el rato, todo el tiempo. Son, somos, esponjas.
Poco a poco, encontrarás la forma de hacer educación sin escuela. Si tus hijos nunca han entrado en el sistema, te será más fácil desescolarizarte. Pero la desescolarización no es necesaria para educar sin escuela.
Hay muchas formas de educar sin escuela. Unos lo hacen de una forma muy libre, y otros de una forma muy reglada. Puedes pasar épocas de libertad y otras más estructuradas.
Eso es lo bueno de este sistema. Que cambia según las necesidades de los niños y de las de la familia. No estamos sentados estudiando lengua una hora, y luego mates otra hora, y luego recreo media hora. No, aquí el aprendizaje es transversal, multifactorial, se da de múltiples maneras.
Hay dos secretos para que esto funcione: el primero, confianza en tus hijos y en tí. Van a aprender lo que necesitan y lo que no, y vas a ser capaz de acompañarles pese a los días malos, que los hay, como en todo en la vida. Y van a llegar al mismo sitio que los demás. Antes o después, llegan. El segundo, buen humor. Un mal día suele solucionarse con un paseo en el exterior, con una rebaja de las expectativas, o cocinando unas deliciosas galletas o una masa de pan que se pueda manipular para dejar allí todo el estrés.
Mientras tus hijos sean pequeños, disfruta de ellos. Pero disfruta con mayúsculas. Obsérvalos y aprende a seguir sus intereses. Poco a poco irás encontrando la manera.
Confía.
Aut viam inveniam aut faciam.